Frente a los nuevos retos en la educación, tanto tecnológicos como sociales, y ante una nueva era de aprendizaje, nos preguntamos cuál es el papel que juegan los diferentes cerebros (emocional, cognitivo, ejecutivo). Es decir, las relaciones que existen entre nuestras emociones y pensamientos y la capacidad para ejecutar nuestros proyectos de forma eficaz, lo que permite postular nuevo principios pedagógicos, cara al futuro de la educación.
¿Cuáles son los principios sobre los que deberían estar diseñadas las escuelas?
¿Cuáles son los entornos educativos que permiten optimizar el aprendizaje efectivo y el desarrollo saludable?
A través de las experiencias cotidianas, todos aprendemos continuamente, queriendo o sin querer, pero este aprendizaje no será suficiente para sobrevivir en el mundo acelerado, cambiante y competitivo, en el que irremediablemente vamos a vivir y van a vivir nuestros hijos.
Estamos, iniciando una era donde las cosas pueden ocurrir con tanta rapidez que no tengamos tiempo de reflexionar sobre lo que nos pasa. Por eso, quienes nos dedicamos a la educación deberíamos ser los mejor informados, los más alerta, los que negociáramos mejor con la novedad, sin miedo pero sin complejos, los que fuéramos capaces de desarrollar el pensamiento crítico necesario para orientarnos en una realidad que está inventándose.